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1.- Las piedras, la raíz, parte ya del paisaje, tierra y celo, verdor, lluvia: la vida, siempre cruzándolo.

2.- Y con la vida, el agua, la fuente donde fluye ese líquido aliento de los seres. Sobre los arcos cruza también. Nadie puede beberla dos veces ni sentir el exacto frescor de su caricia, bañarse en el mismo río.


3.- Heráclito lo dijo y los hombres pusieron el cauce. Esto es acaso la civilización: mirar la vida y disponer en torno un escenario. Tal vez una muralla. O unas puertas abiertas: la poesía.


4.- En Baelo Claudia, el foro tiene atrás la mole líquida del Océano y sus columnas alzan la cúpula invisible del gran templo cósmico. Y, en medio, la palabra, mudo testigo hoy de lo que fue...


5.- Las columnas, siete brazos abiertos, tendidos a lo inmenso; al azul de la mar y al celeste del firmamento. A la negrura de la noche enorme. Y a la luz.


6.- Escaleras. Una constante incitación al ascenso. Tras el último peldaño, toda la edad de un hombre, toda la vida. Caminar o subir. No importa el tiempo.


7.- El último peldaño nos regresa a la luz. Quedan a nuestra espalda sillares, paramentos, columnas, utensilios, todo cuanto la vida nos entrega para forjar la fábrica que somos. Pues sólo desde ella es posible alcanzar el otro lado, la justa dimensión del paisaje.


8.- Cuánto misterio en estos laberintos. Cuántos cuerpos, que van y vienen; cuántas voces... Y acaso un mismo destino. Contemplar.


9.- Una puerta. Y dentro, oscuridad. Mas la apariencia engaña, pues quien llega de adentro sale a la luz. El resplandor le ciega. Poco a poco, no obstante, sus ojos recomponen la imagen de las cosas y advierte con asombro cómo el mundo se crea dentro de su mirada. ¿No es eso la poesía?


10.- Termina la función. Eurípides, Esquilo, tal vez Plauto... Ellos no lo sabrán, pues acaso esté muertos, pero su voz sonaba, hace sólo un instante, en boca de los actores y ahora corre, como un arroyo, en el murmullo de los espectadores, que resuena en los vomitorios. Fuera, la calle, y allí siguen rodando los comentarios, esa eterna canción de la vieja literatura.


11.- La tremenda oquedad de un teatro vacío. La de un libro que yace en el estante, esperando la mano de nieve... Eso lo dijo Bécquer, que ahora resucita en mi memoria.


12.- Distintas perspectivas de lo mismo. Recuerdo que una vez leí en Virgilio esta frase rotunda: Dictum verbum, irrevocabile volat. A las palabras se las lleva el viento y el arte las convierte en deja vu. Solamente el poeta las devuelve a la vida.


13.- Solamente el silencio, la larga espera, el viaje a ninguna parte. He aquí, pues, el peligro de lo inmóvil, la sublime paradoja que recubre la eternidad.


14.- El tiempo se desploma sobre el mundo. O quizás al revés. Llevamos dentro el cáliz venenoso de nuestra propia erosión.



15.- Piedra sobre piedra. Construir, destruir. Acaso las ruinas guarden en sus entrañas inquietantes misterios, la clave acaso de la sabiduría.
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